Villatoro y Algaba





Joaquín Villatoro Medina nace en Castro del Río el 31 de diciembre de 1911. En el año 1924 inicia sus estudios musicales en su pueblo natal de la mano del director de la banda municipal Emilio Díaz y del otro insigne músico de la localidad, Francisco Algaba Luque. Ayudado por las instituciones
municipales castreñas ingresa en el Conservatorio de Córdoba, donde realiza con solvencia y brillantez todos sus cursos. Posteriormente la Diputación Provincial de Córdoba lo beca para continuar su formación en el Conservatorio de Madrid, consiguiendo el premio extraordinario de armonía. En la capital de España recibe las enseñanzas de músicos tan relevantes como Pedro Fontanilla, Conrado del Campo, Oscar Esplá y Eduardo Torner. En 1931, nuevamente becado por la Diputación, se traslada a París y amplía los estudios de composición y piano con Paul Dukas y Alfred Cortot. En 1951 gracias a una beca concedida por la Presidencia de la República francesa, acude a la Escuela César Franck de París, donde estudia las grandes formas de la música vocal.

En el año 1956, ingresa mediante oposición en el Cuerpo de Directores de Bandas Civiles. El ilustre músico castreño desarrolla su actividad en Pozoblanco, Aldea del Rey y Manzanares, trasladándose en 1962 a Jerez de la Frontera donde fue director de las cuatro entidades musicales de Jerez: Banda Municipal, Conservatorio, Orquesta Sinfónica y el Orfeón, hasta diciembre del año 1980, en que se jubiló.
Joaquín Villatoro llegó a ser una persona de cierto prestigio y relevancia en Jerez, interviniendo decididamente en la puesta en marcha del Conservatorio de Música, del que fue su fundador y director. El Conservatorio de Jerez de la Frontera hoy día lleva el nombre del insigne músico castreño. Joaquín Villatoro dio miles de conciertos estando al frente de la orquesta sinfónica, la banda municipal y el orfeón de esta bella ciudad del sur de España, ingresando en 1968 en la Academia de Nobles Letras y Bellas Artes de San Dionisio. Tras su jubilación marchaa Madrid, y finalmente fallece en la capital de España el 8 de Febrero de 1987.

Entre sus principales obras, algunas estrenadas y otras inéditas, figuran “Leyenda dramática” (1941), estrenada por la Banda Municipal de Madrid bajo su dirección. “Canto a Córdoba”(1948), poema sinfónico estrenado por la Banda Municipal de dicha ciudad. La obertura “Frigia” (1952), estrenada por la Orquesta de Antiguos Alumnos de la Escuela César Franck de París. Otras obras de interés compuestas por Villatoro son “El acorazado Potemkin”, ballet para orquesta, “Canción de la paz”, con letra de Blas de Otero, o “Jerez: canto al vino y al trabajo”.

En definitiva, la obra de Joaquín Villatoro, además de ser amplísima, abarca prácticamente todos los géneros, y sus composiciones se dirigen a prácticamente cualquier tipo de grupo musical, cuartetos de cuerda, corales, obras para banda sinfónica, orfeón, etc.
También cabe destacar que en el campo de las marchas procesionales, Villatoro compuso unas meritísimas marchas para una de las celebraciones pasionales más señeras de España como es la Semana Santa de Jerez de la Frontera. Entre las que se encuentran las obras “Virgen de la Piedad”, “Semana Santa en Jerez”, “Soledad de la Victoria” y “Jesús de la Santa Cena”. Cabe decir, que de las dos primeras, “Virgen de la Piedad” (dedicada a la Titular de la Real Hermandad del Santo Entierro) y “Semana Santa en Jerez” (dedicada a la Hermandad de la Yedra); así como citar la marcha fúnebre “Elegía al héroe desconocido”.


Francisco Algaba Luque (popularmente Don Paco Algaba) nace en Castro del Río el 19 de mayo de 1871. Estudió Bachillerato en el Instituto “Aguilar y Eslava” de Cabra, finalizándolo brillantemente en 1887. Cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla, que termina con la calificación de sobresaliente en 1892. Ejerció como abogado y ocupó bastantes años la plaza de fiscal municipal en el Juzgado de Castro del Río y la de gerente de la Compañía Anónima “La Salud”, concesionaria del
abastecimiento de agua potable a nuestro pueblo.

Hombre de gran preparación e inquietud cultural y artística, donde esta inquietud se muestra más patente es hacia la MÚSICA. Desde su niñez comenzó a notarse su inclinación musical: a los 9 años tocaba la flauta con la admiración de todos; a los 11, la guitarra hablaba en sus manos, y a los 18 hacía sonar prodigiosamente el violín. Su profesor en solfeo y en estos instrumentos fue D. José Díaz Carretero (el Maestro “Mi-Re” o “Mirri”). Después amplió sus conocimientos estudiando de forma autodidacta armonía, composición e instrumentación. Aparte de su labor como violinista, organizador e impulsor de multitud de actividades musicales (en Castro, Espejo, Montilla, Córdoba…), destaca indudablemente su faceta de inspirado compositor.
Su obra de más envergadura quizás seas el Oratorio en tres partes y un epílogo titulado El Calvario, compuesta en colaboración con el también castreño Daniel Rodríguez Navajas, fue estrenada en los oficios del Viernes Santo de 1918 en la Parroquia del Carmen. El cronista del Diario de Córdoba escribió sobre este oratorio: “Tiene esta obra un sabor eminentemente religioso y es digna de interpretarse en las mejores catedrales de España”. En los años 20 fue fiel colaborador y consejero del alcalde D. Juan Fuentes López de Tejada en
la creación de la Banda Municipal de Música.
El 18 de diciembre de 1929 fallece su única hija, María, con solo 19 años de edad. Por este motivo, lleno de dolor, se refugia en la música, escribiendo un Oficio de difuntos que dedica a su memoria y se interpreta en unas honras fúnebres celebradas en la Parroquia del Carmen. Con la misma intención compone la marcha fúnebre Pobre hija mía, que en unión de otra obra suya –El Cristo del Carmen— se declaran en 1930 marchas oficiales de la Hermandad del Santísimo Cristo Crucificado, Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad, de la que había sido hermano mayor y mayordomo.
En 1932 es nombrado vicepresidente segundo del Real Centro Filarmónico “Eduardo Lucena” de Córdoba y al año siguiente presidente. Por esta agrupación se estrena con gran éxito el 22 de abril de 1936 en el Gran Teatro su obra Bocetos cordobeses.
El 12 de mayo de 1942 lee su discurso de recepción como miembro numerario de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, con el tema Origen y arte de
los Juglares. Músicos callejeros.
Fallece en Córdoba el 28 de octubre de 1955 en su residencia del Paseo de la Victoria. En la noche del Viernes Santo, la Hermandad del Santo Entierro pone las notas más admiradas y sentidas por nuestro pueblo en Semana Santa. Estas notas no son otras que las de El Cristo del Carmen y Pobre Hija Mía, del Maestro Algaba, marchas fúnebres de carácter solemne y de ritmo lento, metidas en lo más hondo del corazón de generaciones de castreños, cuyas cadencias crean el ambiente más propicio, bello y sublime para acompañar al luctuoso cortejo de Cristo Crucificado y Yacente en el Sepulcro, junto al dolor de la Virgen Madre en su Soledad.

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